¿Qué caracteriza a las personas felices?

La vida es dura. Esto es un hecho que, tarde o temprano, todos tenemos que asumir. A menudo la vida es injusta y, por mucho que intentemos controlarlo todo, también es imprevisible. 

¿Cómo lo hacen, entonces, las personas felices para serlo?

La verdad es que es imposible que alguien siempre esté feliz. Las cosas malas, así como las buenas, pasan a todo el mundo; también a las personas optimistas y que siempre llevan una sonrisa. Opuestamente al sentido común, ser felices no implica negarse a aceptar las cosas malas llevando ¨gafas rosas¨ y pasando por encima de la negatividad. Es una creencia errónea también, pensar que las personas felices son las que tienen menos problemas objetivos.

¿De qué depende, entonces, que seamos felices o no?

Todo depende de donde enfocamos nuestra atención y nuestra consciencia: porque iremos atrayendo más cosas buenas o más problemas.

¿Habéis tenido nunca un periodo en que todo os iba mal? Estoy segura que cada uno de nosotros ha tenido uno de estos periodos interminables, donde parece que los problemas se atraigan uno al otro y entramos en un bucle que nos impide ver la salida. Fijaros en cómo, en estas circunstancias, la mayoría de los pensamientos que pasan en nuestra mente son negativos. El cerebro humano tiene un sesgo automático y subconsciente hacía la negatividad: cualquier estímulo negativo atrae más a nuestra atención que uno positivo (Ito, Larsen, Smith, & Cacioppo, 1998).

De esta manera, podemos entender como es más fácil tener una actitud negativa que una positiva: la primera no requiere ningún esfuerzo, es el resultado de nuestra programación biológica.

Contrariamente, para tener una actitud positiva a pesar de las dificultades, hay que esforzarse. Solo entrenando el cerebro para cambiar el enfoque de nuestra atención, podremos lograr ser felices.

¿Por qué digo “entrenar el cerebro”?  ¿Es posible marcar las diferencias entre las personas felices y las infelices solo mirando el cerebro?

Estudios científicos han podido demostrar que la amígdala cerebral es sensible a la información negativa pero también a los estímulos que tienen relevancia motivacional (Cunningham et al., 2008; Cunningham and Brosch, 2012).

Partiendo de este hallazgo, se han investigado sucesivamente las diferencias entre la reactividad de la amígdala cerebral frente imágenes afectivas de valencia positiva, neutral o negativa, vinculandola a la percepción subjetiva de felicidad (William A. Cunningham & Tabitha Kirkland, 2014).

El objetivo del estudio era, aclarar si la percepción subjetiva de felicidad depende de una menor activación de la amígdala tras estímulos negativos o de una mayor activación tras estímulos positivos.

Gracias a este estudio se ha podido demostrar que las personas que reportaban un mayor nivel de felicidad no mostraban una menor activación tras información negativa. Lo que marcaba la diferencia entre las personas más felices era una mayor activación tras estímulos positivos.

¿Es posible entrenar nuestra felicidad?

Como pasa con cualquier habilidad, podemos entrenar nuestra actitud. A pesar del sesgo negativo, todos podemos aprender a ser más felices. A través del entrenamiento con Neurofeedback podemos regular la actividad de nuestro cerebro. Transformar patrones cerebrales es transformar nuestra percepción.

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