Límites y Limitarse: un mundo de diferencia

En el pasado artículo “Los límites me dan libertad” se desarrolló la idea que de niños, adolescente y adultos aprendimos sobre los límites que nos pusieron nuestros cuidadores, escuela y trabajo.

Para terminar la idea que al poner límites de lo que para mi es relevante, comienza una nueva manera de ser libre.

Hoy quiero desarrollar una segunda parte respecto a la diferencia entre “limitar” y “limitarse”.

Limitar a nivel emocional al comienzo puede ser incómodo si no lo has hecho antes e incluso se siente miedo, principalmente si lo empiezas a hacer con tu pareja, padres o personas más cercanas a ti. El sentido de poner límites cuando no lo has hecho, es hacer valer lo que te es importante para ti, lo cual se traduce en un mejor estado de salud físico-emocional.

Ahora bien, tenemos una situación totalmente opuesta: Limitarse

Limitarse es ponerse a uno mismo excesivos límites para no expresar: pensamientos, sentimientos y no realizar acciones

Limitarse, entonces, es querer algo y no hacerlo. Desear algo y no ir por ello. Ver de lejos lo que se quiere y quedarse inmóvil observando como la vida pasa y pasa sin hacer nada al respecto.

Limitarse proviene de diferentes fuentes: las personas, sociedad, el trabajo, familia, pareja. Nos limitamos por otros, cuando no queremos causar molestia o hacer daño; por la sociedad cuando queremos evitar captar la atención y por lo tanto recibir juicios; el trabajo por miedo a ser despedido o evitar conflictos; la familia por no hacer entender por ejemplo a nuestros padres o hermanos que eres diferente a lo que sus expectativas desean para ti y la pareja por creer que el amor se trata de ceder, limitarse e intentar dar en el gusto a todo lo que quiere el otro, dejando a un lado tus propias necesidades.

Limitarse es cortar el flujo de autenticidad que viene de tu interior, que se traduce en rabia, desorientación, inseguridad, estrés y poca vitalidad.

Limitarse te permite ganar: aprobación en los demás, pertenecer a un grupo, cumplir expectativas de la familia y mantener un trabajo. En otras palabras, hay una ganancia de limitarse a uno mismo, la pregunta es ¿A qué costo? De ser realmente tu mismo.

Lo complejo de todo esto, es que quien “no limita su autenticidad” es visto de manera extraña en la sociedad. En otras palabras, entre más personas limitadas de ser ellos mismos, más funcionales serán para la cultura y sistema occidental.

Salir del hábito de “limitarse” requiere de un trabajo profundo de:

1. Descargar cargas emocionales del pasado.

2. Liberarse de la identidad o imagen que se tiene de uno mismo y abrir la compuerta a lo real, verdadero, espontaneo y lleno de vida.

Si sientes que te limitas, el primer paso es tomar consciencia. El segundo, hacerte responsable de generar alguna pequeña acción para abrirte.

Limitarse en la gran mayoría de los casos, es cortar las propias alas. Poner límites a quienes nos limitan es gesto de amor propio.

“Si alguien no te trata con amor ni respeto, que se aleje de ti es un regalo” (Miguel Ruiz)

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