Quien ha pasado por tener un ataque de ansiedad sabe lo intensamente molesto que es y lo difícil de controlarlo.
Por mucho que se intente controlar de forma consciente, existen ciertos procesos que deben suceder de forma fisiológica para que el propio cuerpo acabe de regularse y disminuya la sensación de ansiedad.
El uso de medicamentos es una opción muy habitual para hacer frente al ataque pero siempre hay que tenerlo a mano y poder recurrir a él. Esta opción es muy eficaz pero tiene el inconveniente que acaba atribuyendo el éxito de la reducción del malestar a algo que no es propio de la persona, por lo que genera cierta dependencia.
Por otra parte se podrían utilizar técnicas vinculadas a la regulación de la respiración como también el uso de la típica bolsa para controlar la entrada de oxígeno al cuerpo.
Existe otra opción menos conocida que mezcla una parte de respiración y otra física. Consiste en realizar una bocanada de aire (como podrían realizar las personas que hacen apneas para bucear) y contenerla el máximo tiempo posible. Con esto cortamos el acceso de oxígeno de forma radical por lo que deja de activarse el sistema nervioso simpático. Si a este acto le añadimos el recoger el cuerpo como si de cuclillas nos pusiéramos, estamos limitando el espacio del corazón para bombear la sangre. Hinchar los pulmones y contenerlo a la vez que contraemos el espacio para el corazón, hace que inevitablemente descienda la frecuencia cardíaca y el oxígeno que circula por la sangre.
Realizar esto de forma individual es complejo en un momento de tal intensidad pero son recursos que es importante que podamos disponer para utilizar. También puede ser interesante que estas opciones sean conocidas por las personas del entorno que sean de confianza y sepan que tener un ataque de ansiedad, es algo posible. Son los conocidos co-terapeutas, que sin ser profesionales de la salud mental tienen un papel muy importante en la evolución y mejora de las personas que atendemos.
